lunes, 30 de noviembre de 2009

“Vos tenés que saber la verdad: tu mamá, cuando se la llevaron, estaba embarazada”

Elena Carolina Samaniego es hija de la detenida-desaparecida Norma Rodríguez, otra de las mujeres embarazadas de Campo de Mayo. Carolina narró ante el tribunal el secuestro de su madre: “Eran las tres de la mañana. Revisaron todo. La arrastraron por la escalera”. Las llevaron a ambas.
El 8 de marzo de 1977 un grupo de tareas integrado por cuatro hombres irrumpió en la casa. Dos se quedaron abajo con Norma y los otros dos subieron por la escalera. Uno entró en la habitación de sus padres y otro en la de Carolina.
“El hombre que entró a mi pieza se puso a revisar todo violentamente, y en un momento pateó la cama con fuerza y yo me puse a llorar. Me puso un arma muy, muy grande en la cabeza y me dijo ‘callate la boca’. No volví a hablar por un año”.
Norma, según contó Carolina, era maestra de adultos en zonas carenciadas. “Hacía mucho trabajo social, la recuerdo cocinando para los chicos”.
“Yo quedé con mis abuelos –precisó Carolina–, y el trámite por la tenencia fue duro. Iba una asistente social muy invasiva, olía la ropa. Un día llegó un hombre que se ofreció a tramitar la libertad de mi mamá si le daban plata. Mi abuelo tenía un negocio y todo lo que ganaba por mes se lo daba, hasta que el negocio se fundió”.
“Otro día, cuando yo tenía 15 años, fuimos a visitar a una hermana de mi abuela. En un momento me separó del grupo y me dijo: ‘Vos tenés que saber toda la verdad, tu mamá, cuando se la llevaron, estaba embarazada’”.
Previo al testimonio de Carolina, fue el turno de Alicia Castro, detenida en 1977.
Castro, que tenía 18 años, estaba en su casa junto con cinco compañeras. “¿Quién es Alicia?”, preguntó uno de los secuestradores y ella se identificó. La esposaron y la metieron en un Ford Falcon estacionado en la puerta y pasó la noche acostada en el piso de atrás del coche.
En Campo de Mayo, la encerraron junto con Silvia Pintos, una compañera de la facultad, y también con Norma Rodríguez, la mamá de la testigo Carolina Samaniego. Días más tarde, sacaron de la celda a Norma, después a Silvia, y por último a Alicia, quien por primera vez conoció “qué era la picana”. En la tortura participó “Manuel”. “Me pareció que eligió el nombre en el momento”, señaló la testigo.
Luego la someterían a más torturas y amenazas hasta que uno de los represores dijo: “Basta, esto está clarísimo”. “Y ahí se decidió mi libertad. Me querían para trabajar en Inteligencia, me decían que íbamos a seguir conectados. Me soltaron junto con Silvia Pintos. Caminamos. Llegamos hasta la estación San Isidro. Nos compramos un turrón y sacamos el boleto. Llegamos a Retiro y cada una se fue a su casa. Cuando llegué estaban mis padres esperándome en la puerta porque los habían llamado para avisarles, pidiendo disculpas por el error en nombre del Ejército”.
En resumidas cuentas, la testigo confirmó que vio a Norma Rodríguez y que el tal “Manuel” le dijo que estaba embarazada. La testigo, en este pasaje, quebró en llanto.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Alberto Masri: “Hay testigos que afirman que mi hermana estaba embarazada”

Por Pamela Argañaraz
Mi hermana fue secuestrada con su marido Carlos Roggerone en abril de 1977. Mis padres se enteraron gracias al portero del edificio en el que vivían que avisó a las partes”, declaró Alberto Masri durante la audiencia realizada ayer en el marco del juicio de Campo de Mayo.
“No tenemos certeza de su embarazo, pero mi familia está pendiente del juicio por apropiación y hay personas que dicen haberla visto a mi hermana junto a Norma Tato”, la mujer del detenido-desaparecido Jorge Casariego. Masri confirmó la especie: “Sé que quienes la vieron fueron un hombre de apellido Covarrubias y su mujer”.
Respecto a cómo recibió la noticia de la desaparición de su hermana, fue por carta ya que se encontraba de viaje. “Al primero que agarraron fue a Carlos. Esperaron a que llegara mi hermana, la encapucharon y se los llevaron a los dos”, afirmó Masri, y aclaró que su familia está al tanto de estos detalles también por el encargado del inmueble en donde vivía la pareja.
El pasado 20 de noviembre, Beatriz Castiglione, mujer de Oscar Covarrubias, mencionó a una compañera de detención de nombre Mónica, que junto con Norma Tato y otras compartieron días de embarazo.

Una médica del Hospital Militar admitió su intervención en partos de desaparecidas

Por Pamela Argañaraz
Antes de la declaración de los familiares y sobrevivientes, testimonió ayer Silvia Bonsignore de Petrillo, una médica que participó en dos partos de detenidas-desaparecidas en el Hospital Militar de Campo de Mayo.
La testigo aseguró que recordaba “pocos nombres y apellidos”, “casi nada” a las mujeres que atendió y que tenía poco conocimiento de los hechos que ocurrían en su lugar de trabajo. Aún así, su declaración confirmó algunas de las afirmaciones de la querella.
Bonsignore admitió que practicó una cesárea y que asistió en un parto natural. Sobre aquel, estimó que sucedió entre 1977 y 1978. “No le vi a cara a la chica porque estaba cubierta. Cuando terminamos con la intervención, pregunté por ella y después por la nena. Me dijeron que la bebé estaba con la madre y que se las habían llevado”.
Previamente, esa noche, la habían llamado a su casa y le dijeron que debía presentarse en el hospital a realizar una cesárea con carácter de urgencia. “Al llegar fui al Servicio de Maternidad y no encontré a nadie. Fui al quirófano y en la entrada había varios soldados”, declaró la testigo. “Adentro estaba el doctor Bianco”, agregó.
La querella preguntó sobre el papel de Bianco pero Bonsignore sólo dijo lo que ya se sabe, que era traumatólogo y que lo conocía por trabajar en la institución. Afirmó no tener conocimiento sobre si Bianco era el encargado de trasladar a las embarazadas para que tuvieran sus hijos allí.
“Nadie hablaba de nada en aquellos años y no puedo confirmar si las embarazadas llegaban de otros centros”, expresó la testigo, en contradicción con otra declaración brindada por ella misma en 1984, lo cual fue señalado por la querella. Bonsignore, si bien dijo que hoy no recordaba esos detalles, precisó que “a veces llegaban embarazadas en ambulancias del Servicio Militar”.
En cuanto a los nacimientos, la médica corroboró que “cada vez que había un parto, las parteras llenaban una historia clínica y si el parto era normal la completaban ellas al nacer el bebé. Nadie llenó nada en aquel parto [el de la cesárea]”, y añadió que “durante esa época el promedio de partos no había variado”.
Consultada por el presidente del tribunal, la testigo reconoció que era posible que los nacimientos clandestinos realizados en esos años “no se anotaran”. Cuando se retiró de la sala, el público permaneció en silencio y quedó flotando la sensación de que Bonsignore no dijo todo lo que sabe.

Familiares y sobrevivientes evocaron a la detenida-desaparecida Valeria Beláustegui

Por Pamela Argañaraz
Cada vez que el presidente del Tribunal toma juramento a los declarantes, formula una pregunta: “¿Tiene algún interés de beneficiar o perjudicar a los imputados?”. “Justicia”, respondieron los testigos que se presentaron ayer en la Sociedad de Fomento “José Hernández”, donde se lleva a cabo el Juicio de Campo de Mayo. Todos fueron citados a declarar por las desapariciones de Valeria Beláustegui, su marido Ricardo Waisberg y su hermano José Beláustegui.
El primer testigo fue Rafael Beláustegui, padre de Valeria y José. En su relato detalló la manera en que se enteró del secuestro de su hija, madre de Tania de dos años y embarazada de tres meses. Supo del secuestro el 13 de mayo, el día en que su consuegra, Reina Waisberg, lo llamó para relatarle la recuperación de su nieta. Confirmó que fue su hijo José el primero en sospechar de la desaparición de Valeria. El joven, militante también, sería secuestrado días después con su mujer, el 28 de mayo.
La siguiente en testimoniar fue la ex detenida-desaparecida Ana María Careaga que contó los sucesos de su propio secuestro y cómo fue llevada al centro clandestino de detención Club Atlético, cuando tenía 16 años y estaba embarazada de tres meses. Relató ante el tribunal lo que supo de José Beláustegui dentro del Atlético y de su mujer, a quienes conoció por sus sobrenombres Julián y Lila. “Donde estábamos, en la celda que le decían ‘quirófano’, un día trajeron a un chico encadenado”, recordó Careaga. Según sus recuerdos, las características físicas coinciden con las del matrimonio, que días después serían trasladados de aquel centro clandestino.
“Se comentaba que se habían ido ‘por unos verdes’; esa era la frase. En ese momento interpretamos que los verdes eran dólares y pensamos que habían sido liberados después de algún pago. Más tarde supimos que ‘los verdes’ eran los militares y que los habían trasladado a Campo de Mayo”.
A su turno, Jorge Waisberg, hermano de Ricado y cuñado de Valeria, narró cómo se enteraron de la desaparición y la recuperación de su sobrina Tania. Asumieron el día 13 de mayo como fecha del secuestro porque ese fue el día en que recibieron un llamado de la Clínica San Antonio de Padua solicitando que los familiares de una pequeña abandonada fueran a buscarla. Aquel día, su madre Reina atendió el llamado y salió para la clínica junto con Jorge y su mujer Graciela.
Consultado por la querella, el testigo recordó que llegaron a la clínica alrededor de las 20 de ese mismo día y fueron atendidos por tres personas. “El último que nos atendió nos dijo que teníamos que ir hasta la comisaría de la vuelta. Que dejara el auto ahí y pasara a buscarlo después. Así lo hicimos”. Al llegar fueron atendidos por el comisario, que le pidió que fuera a buscar su auto y que a su regreso le darían la niña.
A su regreso, le dijeron que habían encontrado a Tania vagando sola por las calles con un cartel colgado del cuello con su nombre y un número de teléfono. “Les dije que era imposible que mi hermano y mi cuñada dejaran abandonada a mi sobrina y que quería ver esa nota para ver si podía reconocer la letra. No me mostraron nada”, detalló Waisberg. “Aprovechá que te dan la nena y andate”, le dijo entonces un oficial.
Mientras Jorge iba en busca del auto, tanto su madre como su esposa fueron interrogadas sobre Valeria y Ricardo. A Graciela, si mujer, le exigieron firmar un acta como condición para llevarse la niña.
“Dos días después hubo un operativo en la casa de mis padres. Me llevaron para interrogarme. Mi suegro era teniente coronel del Ejército y cuando supieron mi parentesco con él, hubo un cambio en el trato que me dieron”, precisó el testigo.
Sobre el embarazo de su cuñada y su paso por Campo de Mayo, el testigo dijo que “lo de Valeria era muy reciente y que pocos lo sabían; sobre que estuvieron en Campo lo supimos por Cacho Scarpati, que dijo haberlos visto ahí”.
Concluyendo su declaración Waisberg, agregó: “Mi madre hoy tiene 90 años y sufre demencia senil, cada vez que pregunta por mi hermano, sufre otro duelo”. En ese preciso momento, Rafael Beláustegui tomaba la mano de su otra hija, que lo acompañó a la audiencia.

viernes, 20 de noviembre de 2009

“Me dijeron que después que tuviera al chico me iban a reventar”

Por Pamela Argañaraz
Beatriz Castiglione narró y revivió su detención de 17 días en Campo de Mayo, cuando estaba embarazada de ocho meses. El primer domingo que pasó allí, encapuchada, escuchó como un hombre acosaba sexualmente a una mujer. Más tarde, esa misma voz masculina se arrimó a ella y el sujeto comenzó a tocarla. Su reacción instintiva fue llamar a uno de sus cuidadores. “¡Yaya!”, gritó. Dos días después, encadenada, la trasladaron a otro pabellón más grande.
María, Mercedes, Betina, Norma, Mónica y Graciela fueron las “amigas” -como ella les dice-, con quienes compartió aquellos días en el campo. Todas, como Beatriz, estaban embarazadas. “La de menos meses era Norma, de cinco aproximadamente”, calcula. “Nos atendía un doctor. Cuando fui me preguntó la fecha de parto. Le respondí que esperaba para el 25 de mayo, y me dijo que pronto iba a tener noticias de él”, relata Castiglione.
Los domingos no se hacían interrogatorios. El primer lunes la llevaron para que hablara y fue ahí donde se encontró con Jorge “Pirincho” Casariego. Emocionada por el recuerdo de su amigo y por el estado maltrecho en que lo encontró, Beatriz contó que le preguntaron si sabía quién era él. “Yo conocía a toda su familia, a su mujer anterior y a Norma, con quien estaba casado hace un año y con quien iba a tener un bebé”. En su declaración, Beatriz aportó una precisa descripción física de Norma: “Morena, ojos oscuros, el pelo estilo carré”.
La testigo no supo de ningún parto durante esos 17 días. Las más avanzadas en sus embarazos eran Betina y ella, porque el resto de las mujeres tenían dos meses menos. Pero sí recuerda las torturas que sufrieron sus compañeras. “Un día nos hicieron duchar. Ahí vi los cuerpos lastimados por la picana”, detalla entre lágrimas.
Castiglione supo de un traslado masivo. “Pensé que estaban llamando gente para liberar. Intenté que me dejaran ir con ellos pero uno de nuestros cuidadores, Cacho, no me dejó. Como la habían llamado a Mónica, le di el teléfono de mi mamá para que le avisara que yo estaba ahí”. Aquellos “trasladados” hoy son desaparecidos.
María, otra de las embarazadas, que en realidad se llamaba Silvia, era médica, estaba de siete meses y logró tener trato con “el doctor” del lugar. Él le confirmó que estaban en Campo de Mayo. En la actualidad, Beatriz ve la foto de Silvia (la número 18 del legajo del Tribunal) y es capaz de reconocerla. Mercedes, la otra embarazada (de cinco meses), fue liberada con su marido Serafín, que estaba en el pabellón de hombres. Beatriz Castiglione fue liberada junto a su marido.
Quince días más tarde tuvo a su hijo.

Oscar Covarrubias: “Nunca pude hacer este relato completo”

Por Pamela Argañaraz
Con la voz quebrada, el sobreviviente contó con preciso detalle sus 17 días en Campo de Mayo. Ocurrió el 17 de abril, por la noche unas ocho personas entraron a su casa, donde vivía con su mujer embarazada y su hijo de dos años. El matrimonio fue llevado en dos autos distintos hacia un destino que desconocían. El pequeño hijo quedó en el hogar.
A Oscar le asignaron el número 230 y le entregaron una manta y una capucha, como al resto de los secuestrados. Estaba en un galpón grande, de aproximadamente 60 metros de largo, en donde pasó diez días encadenado de pies y de manos. “Sentía miedo a diario, miedo de que dijeran mi número. Fui torturado a golpes y mediante mordeduras de perros”, alcanzó a contar con la voz quebrada. “Uno de los días más duros fue cuando vi a Pirincho Casariego y sé que era él porque lo tuve enfrente mío. Estaba muy golpeado”.
Añadió que sus cuidadores fueron “Cacho” y “El Yaya” y que “Yoli” era una detenida que colaboraba y repartía medicación. Curiosamente, los medicamentos que se repartían tenían marcadas las siglas FM (Fabricaciones Militares).
Los secuestrados estaban separados por género en galpones distintos. “Estaba con los hombres y no logré ver mujeres embarazadas”. El día que fue liberado, tuvo que hacer un escrito de puño y letra. “Le pedimos perdón en nombre del Ejército Argentino, nos hemos equivocado”, fueron las palabras de quienes lo detuvieron.
Covarrubias y su mujer fueron puestos en libertad en Plaza de Tigre, desde donde se dirigieron a la casa de Beatriz para reencontrarse con su hijo y sus familias.

Prestaron testimonio los sobrevivientes de Campo de Mayo Oscar Covarrubias y Beatriz Castiglione

Por Pamela Argañaraz

El tribunal a cargo de juzgar los 56 casos de secuestros, torturas y asesinatos en Campo de Mayo, tomó ayer declaración a los testigos Oscar Covarrubias y Beatriz Castiglione, ambos secuestrados por 17 días en 1977.
El primero fue Covarrubias, quien detalló cómo fue la noche del secuestro, la llegada a Campo de Mayo y su cautiverio allí. “Había perdido mi identidad. Era el número 230. Con ese número me identificaban y me llamaban para torturarme”, afirmó.
Luego de un cuarto intermedio, fue el turno de Castiglione, quien brindó detalles coincidentes con los de Covarrubias y contó lo que pasó la noche del 17 de abril de ese año, qué vio y qué sintió con sus ocho meses de embarazo.
Castiglione, pareja de Covarrubias por entonces, tenía el número 929. Sendos testimonios concordaron en la descripción de los mecanismos de torturas y en la identificación de sus “cuidadores”: “Cacho” y “El Yaya”. A Beatriz, el primer día le dijeron: “Acá estamos en una guerra sucia. De acá ni Videla te puede sacar”.
Tanto Castiglione como Covarrubias trazaron un relato preciso de los hechos y se emocionaron al recordar haber visto en esos días a Jorge Casariego, quien fuera amigo del matrimonio.
“Pirincho era su apodo. Había sufrido torturas como el submarino y lesiones debajo de las uñas, entre otras cosas”, apuntó Castiglione. Casariego les había pedido a ambos, por separado, que digan todo lo que sepan. La mujer de Pirincho, Norma Tato, también se encontraba en el campo y estaba embarazada de cinco meses. (N. de la R.: El hijo de Norma Tato y Jorge Casariego recuperaría su identidad treinta años más tarde gracias a la búsqueda de Abuelas).
La querella formuló varias preguntas referidas a los cuidadores, a las mujeres embarazadas y a Casariego. La defensa indagó sobre cómo ambos podían afirmar que habían estado en Campo de Mayo, sobre “Cacho” y “El Yaya” y de cómo estaban seguros de que Casariego era Casariego.
Luego de las preguntas, Beatriz pidió la palabra: “A la Justicia le pido que apliquen el castigo necesario y le agradezco por dejarme estar acá y dejarme declarar. Al Ejército y a las Fuerzas Armadas les digo que si eran conscientes de que estábamos en una guerra sucia como sus cabezas, les pido que se hagan cargo y que tengan el coraje de hacerse responsables, como nosotros tenemos el coraje de reconstruir lo que vivimos, a los desaparecidos y a los muertos”.
Al finalizar, un público conmovido brindó un largo aplauso a los testigos, con las fotos de los desaparecidos en alto. En la sala sólo se encontraban dos de los imputados, custodiados constantemente por dos oficiales.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Insultos por parte del ex jefe de inteligencia de Campo de Mayo

Por Pamela Argañaraz
Fernando Ezequiel Verplaetsen insultó a la querella durante la audiencia de hoy en la sala donde se lleva a cabo el juicio de Campo de Mayo.
A las 10.10, cuando comenzó la sesión, se anunció el cambio de presidencia en el tribunal. La jueza Marta Milloc fue reemplazada, por cuestiones de salud, por Héctor Sagretti.
Acto seguido, el abogado defensor Juan Carlos Tripaldi tomó la palabra manifestando una serie de pedidos al tribunal. Esgrimiendo exámenes físicos realizados el pasado 5 de octubre, pidió la inimputabilidad para el acusado Verplaetsen, condenado a 25 años de prisión en agosto último por el caso de Floreal Avellaneda. El letrado alegó “déficit de memoria, deterioro cognitivo y limitaciones físicas”. “No recuerda nada de esa época y nada puede decir”, enfatizó.
Por otra parte, Tripaldi exigió “juego limpio” sobre el modo de cumplimiento de las penas (en una cárcel del servicio penitenciario o prisión domiciliaria) “para contemplar una defensa en cada caso y para juntar pruebas sobre los expedientes”.
La querella, representada por los abogados Ciro Anicciaricco, Alcira Ríos, Pedro Dinani, Alan Iud (coordinador del equipo jurídico de Abuelas), Mariana Maurer, Javier De Luca, Pablo Llonto y Marcelo García Berro, rechazó las solicitudes de la defensa. Dinani sentenció que “no deben confundirse el derecho a la defensa y el derecho a la impunidad”, en referencia al adelantamiento por parte de la defensa del cumplimiento de las sentencias. Sobre esto, Ríos agregó que el rechazo es absoluto, porque se estaría hablando de un prejuzgamiento.
La tensión surgió cuando la palabra fue tomada por Llonto, quien dijo sentirse “conmovido y sacudido por los pedidos del doctor Tripaldi”. En alusión a Verplaetsen, quien había sido dado de alta de una internación ayer, el abogado lo señaló para que se viera que el acusado estaba asintiendo cada palabra que articulaba su defensor, demostrando un buen nivel de comprensión. Este fue el momento donde los aplausos del público presente y las fotos de las víctimas se elevaron en la sala.
Mientras Llonto hablaba y se refería al por qué del rechazo de la querella de las exigencias de la defensa, un compañero querellante distinguió cómo Verplaetsen insultaba por lo bajo y hacía gestos hacia la querella. El presidente del tribunal le llamó la atención reiteradas veces y le preguntó si escuchaba. El acusado respondió con gestos dando a entender que no oía. El magistrado le advirtió que guarde el decoro sobre los insultos que profirió minutos antes.
Marcando el reloj las 11.10, el tribunal entró en un cuarto intermedio de un par de horas para debatir sobre las exigencias de la defensa y los rechazos de la querella.
Hecho este anuncio, Verplaetsen oyó, entendió la orden y fue el primero en retirarse de la sala.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Con dificultades técnicas y en un espacio inadecuado, comenzó el juicio

Por Pamela Argañaraz
Comenzó hoy debate oral en la causa contra el ex dictador Reynaldo Bignone, seis ex militares y un ex policía, acusados de 56 casos de secuestros, torturas y asesinatos en Campo de Mayo. El lugar donde se lleva a cabo el juicio es una cancha de papi fútbol de la sociedad de fomento José Hernández, ubicada en Hipólito Yrigoyen 4595, localidad de Florida, espacio inadecuado, según la mayor parte de los asistentes, para tal efecto.
Al ingresar los miembros del tribunal a cargo y las partes, los familiares de las víctimas levantaron las fotos de sus seres queridos y las mantuvieron en alto a la vista de todos. Antes de la lectura de los fundamentos, la jueza Marta Milloc junto a los jueces Héctor Sagretti y Daniel Alberto Cisneros, hicieron dos anuncios.
Primero, se refirieron al escenario en donde se desarrollará esta instancia oral, y segundo, se comunicó a las partes la no participación de Eduardo Alfredo Espósito, ex director de la Escuela de Ingenieros, “por no encontrarse en condiciones de afrontar el juicio” a causa de problemas de salud. La magistrada señaló que “será sometido a exámenes semestrales para verificar su estado físico”.
De esta manera, hoy se sentaron en el banquillo Bignone, los ex generales Santiago Omar Riveros (quien se desempeñó como jefe del Comando de Institutos Militares de Campo de Mayo), Fernando Ezequiel Verplaetsen (jefe del departamento de inteligencia de Campo de Mayo), Jorge Osvaldo García (director de la Escuela de Infantería de Campo de Mayo), Eugenio Guañabens Perelló (director de la Escuela de Servicios para Apoyo de Combate “General Lemos”, hoy fusionada con la Escuela de Suboficiales "Sargento Cabral"), el ex coronel Carlos Alberto Tepedino (jefe del batallón de inteligencia 601 del Estado Mayor General del Ejercito durante el año 1978) y el ex comisario Germán Montenegro (a cargo de la Comisaría de Bella Vista en 1977).
La lectura de las causas 2023, 2031, 2034 y 2043 empezó a las 9.50 y finalizó a las 15.20. En el medio, Verplaetsen se retiró con permiso del tribunal, alegando también cuestiones médicas. Los familiares y el público presente escucharon de manera atenta la lectura de los requerimientos de la causa, a pesar del sonar de la lluvia sobre el techo de chapa de la cancha de papi fútbol.
Arrancó el partido. Se espera que el resultado haga justicia.