Crónica de la jornada en que se condenó a los represores de Campo de Mayo a cumplir sus penas en una cárcel común.
Por Jimena Vallejo
Las cientos de personas que se reunieron en la mañana del 20 de abril para escuchar el veredicto del Tribunal Oral Federal Nro 1 de San Martín por los “crímenes de lesa humanidad” cometidos en Campo de Mayo, soportaron en las horas previas, encendidas defensas del terrorismo de estado por parte de los acusados.
Durante toda la mañana, Reynaldo Benito Bignone, Santiago Omar Riveros y Eugenio Guañabens Perelló, acusados por allanamiento ilegal, robo calificado por uso de armas, privación ilegitima de la libertad agravada por el uso de violencia y amenaza e imposición de tormentos a perseguidos políticos en al menos 38 hechos, insultaron a la justicia en general y al tribunal en particular, se quejaron por las instalaciones, mintieron sobre cifras y hechos comprobados y pretendieron retirarse a sus lugares de alojamiento -algunos a sus domicilios particulares- desconociendo su situación procesal.
El primero en hacer uso de la palabra fue Santiago Riveros – sentenciado a 25 años de prisión e inhabilitación absoluta y perpetua.- quien justificó el genocidio político y se basó en diversos libros como “
Le siguió el último presidente de facto, Reynaldo Benito Bignone, condenado a 25 años de prisión e inhabilitación absoluta y perpetua, quien afirmó que la cifra de 30.000 desparecidos es inventada por los organismos de derechos humanos. “No llegan a más de
Bignone prosiguió diciendo que también era mentira la existencia de 500 niños apropiados. “!No son mas de 30!”, enfatizó desconociendo no sólo las investigaciones realizadas por Abuelas de Plaza de Mayo sino el hecho de que ya fueron encontrados 101 jóvenes.
Por último, el responsable de mandar a destruir los archivos y pruebas del accionar de la última dictadura militar, también afirmó que “no existieron los centros clandestinos de detención” sino que éstos constituían un “Lugar de Reunión de Detenidos (LRD)” y que esos “jóvenes idealistas”, no eran en realidad “tan “ jóvenes sino “terroristas que mataban indiscriminadamente”.
Algunos metros más allá se podía observar la mirada indignada de los familiares de las víctimas que a fuerza de tres décadas de espera, aguardaban con paciencia la lectura del fallo. Allí estaban la madre y la tía de Floreal “El negrito” Avellaneda, un niño de 14 años que fue torturado, empalado y asesinado en Campo de Mayo y Walter Meza Niella, que fue secuestrado y torturado junto a toda su familia cuando tenía también esa edad. Y los cientos de familiares de las otras víctimas que no superan el promedio de los 25 años.
El último en hacer uso de la palabra fue Eugenio Guallabens Perelló, condenado a 17 años de prisión e inhabilitación absoluta por el tiempo de condena, que durante todo el juicio ostentó un cuidadoso bronceado pese a estar cumpliendo arresto domiciliario.
Guallabens Perelló continuó la misma línea de argumentación, pero además dijo que “esta justicia es un circo” y que “aniquilar” tiene un significado “preciso” que quiere decir “destruir”. También se quejó de la incomodidad de las instalaciones y de tener que usar baños químicos.
Finalmente, en lo que para muchos pareció una gran puesta en escena, Guallabens Perelló abandonó abruptamente su escrito por la mitad y dejó de leer, dijo que no tenía más que decir y uno de sus abogados argumentó que estaba “perdido” y solicitó al Tribunal que los dejara “retirarse” porque no querían escuchar el veredicto de los jueces.
Durante unos pocos minutos se entabló una discusión con Marta Milloc, presidenta del Tribunal, cuando la magistrada le explicaba una y otra vez que los acusados podían no estar presentes en la sala pero sí debían escuchar el veredicto en la habitación contigua. Que no podían retirarse a sus domicilios, como pretendían.
Por eso fue que, cinco horas más tarde, estalló el júbilo en una multitud que llenaba la sala y se agolpaba en la puerta, cuando Milloc aclaró que “las penas se cumplirían en el servicio federal penitenciario”, revocando la prisión domiciliaria de Bignone y Guallabens Pelleró.
También fueron condenados Fernando Ezequiel Verplatsen a 25 años de prisión e inhabilitación absoluta y perpetua, Carlos Alberto Roque Tepedino a 20 años de prisión e inhabilitación absoluta y perpetua, además de la revocación de la prisión domiciliaria y Osvaldo Jorge García a 18 años de prisión e inhabilitación absoluta por el tiempo de condena. En ese mismo fallo se declaró a estos crímenes de “lesa humanidad”.